Por Mario Javier Pacheco
Donald Trump acaba de asumir la presidencia de los EEUU ante los ojos del mundo. El polémico empresario se pone al frente del país más poderoso del planeta en medio de escaramuzas de protesta, pero también de grandes esperanzas. Muchos confían en que la nueva administración norteamericana dé un vuelco al desbarajuste político, social y económico de Estados Unidos y otros países de la región, derivado de la permisividad de Barack Obama con el terrorismo comunista y sus disfraces de paz.
Los primeros años del siglo XXI quedaron marcados por una ofensiva de resurrección del comunismo, muerto indignamente en 1991 en la URSS. El sistema comunista había fracasado estrepitosamente debido a sus inaplicables teorías económicas, la corrupción de sus dirigentes, y el empobrecimiento y la opresión de los ciudadanos.
En el mismo año 1991, el multimillonario dictador cubano Fidel Castro —arcaico representante del comunismo—, que había intentado exportar su “revolución” al África y a Latinoamérica de forma violenta, fundó el llamado Foro de Sao Paulo con varios partidos de izquierda y grupos terroristas de América Latina, con el objetivo de hacer frente a los vientos de libertad provenientes de Europa Oriental.
La nueva estrategia de la dictadura castrista para conquistar los países del continente americano tras el fin del subsidio soviético, con el cual financiaba sus guerras en África y la subversión por todo el mundo, consistía en cambiar las armas por la infiltración política.
El plan de Castro dio resultados. En 1999 cayó Venezuela con la complicidad de Hugo Chávez, después de lo cual once países más pasaron a la esfera del régimen cubano. Los mandatarios socialistas cambiaron la constitución de sus respectivos estados, se atornillaron al poder, se enriquecieron, y sumieron al pueblo en la pobreza. Tan efectiva ha sido la demagogia empleada por estos gobernantes populistas que hasta logra el agradecimiento de muchos de los que padecen el hambre, la injusticia, la incertidumbre y la miseria que aquellos han llevado a sus naciones.
La resurrección comunista contó con aliados antes imposibles. El mismo papado, que en otras épocas había defendido a los oprimidos, se alió con los opresores; aunque de boca para afuera siguiera abogando por los pobres. Para el papa Francisco, el dictador Castro era digno de un abrazo y las narcoguerrillas colombianas de las FARC merecían su bendición.
Por su parte, la máxima autoridad del país que históricamente ha enfrentado más al castrismo, Barack Obama, hizo un viaje expreso a Cuba para congraciarse con los verdugos de esa nación. Para dejar bien clara su postura, en una de sus últimas decisiones como presidente, Obama llegó a suprimir la ley conocida como Pies Secos, Pies Mojados, cerrando la posibilidad de escapar para muchos cubanos. A pesar de todo su esfuerzo, esta postura complaciente del anterior jefe de estado norteamericano con el castrismo no ha hallado la esperada respuesta democratizadora desde el gobierno de La Habana.
En la misma línea, el presidente estadounidense saliente fue tolerante con la inaudita corrupción del gobierno de Juan Manuel Santos en Colombia y su desprecio hacia la Constitución Nacional, así como hacia la decisión del pueblo colombiano, expresada en referendo, contraria a la entrega del país a las FARC.
Donald Trump no es hombre de aguas tibias. Le dijo a Obama verdades a la cara y anunció mano dura contra el terrorismo, específicamente contra el terrorismo islámico, el cual prometió erradicar de la faz de la Tierra. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca finaliza en Estados Unidos el tiempo de la blandenguería. Esperamos que el nuevo presidente cumpla sus promesas y entienda que todos los terroristas, islámicos o no, son iguales.
Sobre el autor:
Mario Javier Pacheco es historiador, periodista y activista de Derechos Humanos colombiano. Trabaja como editorialista de Noticias Todelar, y además coordina la Cátedra Local de la Paz en 132 municipios de Colombia.
Este artículo se publica como parte de la campaña “Mi Denuncia Semanal a la Dictadura Castrista”, promovida por la UNPACU (Santiago de Cuba) y el Foro América Unida (Santiago de Chile) con el fin de crear conciencia sobre la situación del pueblo cubano en todo el mundo.