Teodoro Obiang sabe mejor que nadie que TNO es incapaz de sostener el sistema represivo sobre el que se asienta su dictadura, y que, por tanto, cuando traspase él, se desmoronara el régimen. En aras de sortear dicho dilema, aparte de la purga interna, el tirano inicio, desde hace años, una serie de iniciativas diplomáticas tendentes a proveer a su vástago el refuerzo militar necesario. Para lo cual, siguiendo el ejemplo del plan Bongo 2, le asignó al sector defensa y seguridad, al tiempo que procedió a una progresiva renovación de las élites militares, apartando a todos los oficiales considerados potencialmente desleales. Seguiría, a nivel organizativo, un notorio incremento del número de adscritos (hasta tal punto que solo en términos salariales, el sector defensa y seguridad representa más del 70% de la masa salarial del sector publico !), y una afectación sustancial de recursos del Estado para la adquisición de dotaciones militares (programa de escucha pegasus, diseminación de alojamientos, cuarteles y academias por todo el territorio nacional, adquisición frenética de armamentos y equipamientos diversos, etc).
De la descrita evolución se infiere que la mutación de la dictadura no se hará por las urnas (siempre repletas a favor del PDGE), sino por el endurecimiento del sistema represivo. En tal sentido, la acción diplomática de nuestro País (dirigida por uno de los ministros más mediocres que ha ostentado dicha cartera, Simeon Oyono Angue) está volcada en respaldar la actividad del sector defensa y seguridad, columna vertebral de la dictadura. Cuya misión redunda en la intimidación permanente de la población, y la represión de la disidencia política. A cuyo efecto, ante la inconsistencia del ejército nacional, el tirano ha venido consintiendo, desde hace unos lustros, unos gastos desconsiderados para el reforzamiento del sistema represivo, merced a la contratación de mercenarios (3000 ugandeses y zimbabuenses) para supervisar la labor de los servicios de información y garantizar la seguridad personal del tirano y de su familia, así como de una empresa privada israelí (unos 100 en permanencia) para operar el sistema de escucha PEGASUS y reforzar el primer círculo de protección tanto del tirano como de TNO.
Sin embargo, la principal baza del plan sucesorio a favor de TNO residía en la concreción de un acuerdo de asistencia técnica con la PMC (private military company) rusa WAGNER, o la instalación alternativa de una base militar china en territorio nacional (el putrefacto dictador siempre presume de disponer de un » plan bisagra«, entiéndase un plan principal mediocre y otro plan alternativo igualmente azaroso). En tal sentido, tras el fiasco de las negociaciones con WAGNER, Obiang se plantea ahora seriamente la eventualidad de instalar una base militar china en nuestro País, en claro desafío a los Estados Unidos de América y a las demás potencias occidentales, que ven con muy malos ojos que China disponga de una base en la costa atlántica. En efecto, si oficialmente la expansión militar china responde al designio de protección de sus intereses comerciales (la nueva ruta de la seda), en realidad obedece ante todo a la afirmación de su reciente poderío militar y al ánimo de desafiar a las potencias occidentales, de entre las cuales los Estados Unidos de América. Unas veleidades beligerantes a las que siempre fue favorable el anti-occidental inconfesado Obiang (amigo personal y admirador de Gaddafi y de Mugabe por las mismas razones).
Al efecto de secundar las proyecciones chinas, Obiang mantiene estrechos vínculos de cooperación desde el año 2018 con el presidente de Djbouti, Ismail Omar Guelleh (véase la visita oficial que realizó a dicho país del cuerno de África en abril de 2018, y las que recíprocamente realizan desde entonces delegaciones de dicho país al nuestro), cuyo asesoramiento se avera vital para la materialización de la proyectada instalación de la base militar china. En efecto, Djibouti es el primer país del mundo que acoge una base militar china, desde agosto de 2017. Dicho país sirve asimismo de enlace para afianzar la presencia china en la subregión del cuerno de África (esencialmente en Etiopia, con la que china mantiene importantes intercambios comerciales). Si oficialmente los acuerdos militares entre ambos países (Djibouti y China) concurren a la lucha contra el terrorismo y la piratería, y accesoriamente a la formación de sus élites militares, los mismos contribuyen ante todo a la perenización del régimen corrupto y represivo de Omar Guelleh, sustrayéndole de las exigencias del derecho internacional enlazadas por los demás socios militares.
En efecto, desde que se independizara de la metrópoli francesa en 1977, el diminuto Estado islámico mantiene un paraguas militar extranjero para garantizar su independencia y su integridad territorial ante la amenaza terrorista y de la piratería. Mantiene en tal sentido un acuerdo de protección militar con la antigua potencia colonial (encargada del control aéreo y marítimo) que fija en su territorio la mayor base militar en África. Paralelamente, los Estados Unidos de América mantienen igualmente, desde el año 2002, una base militar (camp lemonnier) compuesta de 4000 soldados, cuya misión es la lucha contra al qaida en Yemen y contra los chebabs en Somalia. Sin embargo, pese a la firme oposición de ambas potencias, el gobierno de Djibouti asintió, en agosto de 2018, la instalación de la base militar china, la cual, en virtud de acuerdos militares previos, puede además acoger barcos de guerra rusos.
Omar Guelleh constituye por tanto la fuente de inspiración del decadente tirano guineoecuatoriano en su despropósito de reforzamiento de la represión política y de perenización de la dictadura de los 43 años. Guinea Ecuatorial y Djibouti, dos países y dos contextos geoestratégicos dispares, unas asimetrías que puso en evidencia el rechazo de WAGNER. Afirmándose esa última como colaboradora de los países africanos que combaten la opresión y la dominación de las ex potenciales colonizadoras occidentales, tales como Centroáfrica y Mali. Un arquetipo al que no se adecua la figura de Obiang, un longevo cleptómano balcanizado, que oprime a su Pueblo desde hace medio siglo. Mientras tanto y por su parte, las potencias occidentales defienden, en el escenario de Djibouti, la seguridad marítima y la estabilidad ante la amenaza islámica, en nombre de la comunidad internacional y bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Por lo tanto, no concurre causa alguna que pudiera legitimar la creación de la base militar china en nuestro País, salvo el mero designio de implicar a nuestro País en las tensiones entre las grandes potencias que son los Estados Unidos de América y China, y dar respaldo al reconocido animo de desestabilización de la subregión (se presiente la nefasta influencia de Obiang en Benín, Camerún, Centroáfrica, Gabón, etc).
Al igual que se opusieron a la tentativa china de implantarse militarmente en Sao Tome (país en el que China mantiene también una férrea dominación económica), los Estados Unidos han manifestado oficialmente al tirano Obiang su oposición a la proyectada base militar china. Tal fue el significado del reciente viaje a Guinea del consejero de seguridad nacional John FINER, quien durante su periplo por nuestro país, dejo patente la imperiosa necesidad de «reforzar la seguridad marítima en el Golfo de Guinea«. Lo cual excluye por tanto las proyecciones chinas, que supondrían un reto para la seguridad interior de los Estados Unidos de América.
No obstante, entre la vehemente protesta de la primera potencia mundial (los estados Unidos de América) y la inducción del también dictador de Djibouti, Omar Guelleh, Obiang optara seguramente por perpetuar su régimen a través de la transmisión dinástica del poder a su hijo TNO. Lo cual implicará suscribir la propuesta china de instalación de una base militar en el suelo patrio. Nadie ni nada se lo impedirá. Además siempre ha sabido sortear, hasta aquí, las consecuencias de sus errores políticos.