¿Negocio migratorio disfrazado de cooperación?

Si es cierto lo que circula en redes sociales, que el régimen de Guinea Ecuatorial estaría negociando con Estados Unidos la aceptación de migrantes africanos deportados, estaríamos ante una de las contradicciones más vergonzosas y sintomáticas de su forma de gobernar.

En un país donde los inmigrantes de África negra son perseguidos, humillados y expulsados sin sus pertenencias ni piedad, incluso aquellos con años de residencia, hijos nacidos en el país o papeles en regla, resulta escandaloso que ese mismo régimen se ofrezca ahora como receptor de personas expulsadas desde EE. UU., muchas de las cuales ni siquiera tienen vínculo alguno con Guinea Ecuatorial. ¿Solidaridad africana? ¿Cooperación internacional? No nos engañemos.

Cuesta imaginar que esta «buena voluntad» no venga acompañada de un sobre bien surtido de dólares. Porque si algo define al aparato opresor guineoecuatoriano es su voracidad por el dinero fácil. Sobre todo el vicepresidente de su padre, cuyo estilo de vida, repleto de lujos, fiestas y caprichos internacionales, exige una fuente constante de efectivo.

No sería la primera vez que aceptan un “sobre envenenado”: ya ocurrió con el vertido de productos tóxicos en la isla de Annobón, un crimen ambiental silenciado a cambio de una suma sustanciosa.

Mientras tanto, en las calles de Malabo y Bata, las redadas contra inmigrantes africanos se intensifican. Detenciones arbitrarias, extorsiones, expulsiones sin proceso. La política migratoria del régimen no solo es incoherente: es cruel, clasista y profundamente racista.

Si las negociaciones con EE. UU. son reales, confirman lo que ya sabemos: que al régimen no le importa el pueblo africano, ni el suyo ni el ajeno. Le importa sobrevivir y enriquecerse, aunque sea a costa de cuerpos ajenos.