El silencio forzado del jefe contable de la Aduana de la ciudad de Bata, Raimundo


En la madrugada de ayer Domingo , día 2 de Febrero del año en curso circulaban fotos del cuerpo sin vida de quien fuera jefe Contable de la Aduana de la ciudad de Bata, con un titular a pie de foto que rezaba: «Se ha suicidado». Esta es la versión que han querido que circulara y es la versión que se mantiene. Pero…

¿Quién es el más interesado en el silencio del Jefe Contable de la aduana de la ciudad de Bata?

Raimundo Eseng Eyama, más conocido como «Etaha Mbo«, jefe contable de la Aduana de Bata, era un hombre dedicado a su familia y a su trabajo. Un padre amoroso, un esposo atento y un profesional respetado. Sin embargo, su vida terminó de manera trágica en la madrugada del [fecha], cuando un disparo resonó en su hogar. Eseng Eyama yacía sin vida en el baño, dejando atrás a su esposa embarazada de pocos meses y a sus hijos menores. Su muerte no fue solo un acto de desesperación, sino una consecuencia directa de un sistema corrupto y opresivo que prioriza el encubrimiento sobre la vida humana.

En las horas previas a su muerte, Raimundo recibió una serie de llamadas insistentes y amenazantes. Quienes lo contactaban no solo lo presionaban por teléfono, sino que, según testigos, estarían en las inmediaciones de su casa, vigilando y amenazando con entrar por la fuerza si él no salía a hablar con ellos. Estas personas, cuyo rostro y nombre Raimundo seguramente conocía, lo acorralaron en un rincón del miedo. Le exigían silencio ante una auditoría inminente en su departamento, una auditoría que, como muchas otras en Guinea Ecuatorial, no buscaba justicia ni transparencia, sino servir como herramienta de extorsión y control.

Raimundo no temía a la auditoría; temía a quienes querían silenciarlo. A diferencia de otros auditados, que logran salir de la cárcel y reinsertarse en sus vidas después de pagar multas, Raimundo fue presionado hasta el extremo. Las llamadas sucesivas y la presencia amenazante de quienes lo acosaban no dejaban lugar a dudas: alguien poderoso quería asegurarse de que no hablara. ¿Qué secretos guardaba Raimundo que lo convertían en una amenaza tan grande? ¿Qué implicaciones tendría su silencio para quienes lo presionaban? Estas preguntas quedan sin respuesta, pero lo que es claro es que Raimundo prefirió sacrificar su vida antes de poner en riesgo a su familia.

Guinea Ecuatorial, un país rico en recursos naturales como el petróleo y el gas, está sumido en una crisis de gobernabilidad y transparencia. Las famosas auditorías impulsadas por el vicepresidente de su padre, «Teddy», han sido utilizadas como herramientas de control y extorsión más que como mecanismos para garantizar la rendición de cuentas. Estas auditorías, que supuestamente buscan recuperar fondos desviados, rara vezo casi nunca devuelven dinero a las arcas públicas. En cambio, las multas impuestas a los auditados suelen terminar en los bolsillos de quien ordena dichas, mientras que los implicados, después de pagar, recuperan su libertad y su «vida normal». Este sistema perverso ha creado un clima de miedo y desesperación entre los funcionarios públicos, quienes se ven atrapados entre la corrupción sistémica y las amenazas de represalias.

La muerte de Raimundo no es un caso aislado; es un síntoma de un régimen podrido que ahoga las voces de su pueblo con miedo y violencia. Guinea Ecuatorial está sumida en un sistema que prioriza el poder y el enriquecimiento ilícito sobre la dignidad y la vida de sus ciudadanos.

Las auditorías, lejos de ser un mecanismo de transparencia, se han convertido en instrumentos de extorsión y control.

¿Cuántas muertes más serán necesarias para que el mundo abra los ojos ante esta realidad?

¿Cuántas familias tendrán que sufrir antes de que se haga justicia?

Raimundo murió por proteger a los suyos, pero su sacrificio no debe quedar en vano. Es hora de denunciar, de alzar la voz y de exigir un cambio radical. Basta de humillaciones, basta de opresión, basta de silencio. Guinea Ecuatorial merece libertad, justicia y dignidad.

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