Por Andrés Esono Ondo Okogo, Secretario General de CPDS
Después de 15 días inmerso en una indescriptible tristeza por el fallecimiento de mi compañero y amigo Wenceslao Mansogo, días en que he tratado de recobrarme del shock y de la conmoción que se han adueñado de mí y del resto de los militantes de CPDS, hoy me atrevo, por fin, no a rendir homenaje a esta persona que forma ya parte de nuestra historia política –le homenajearemos cada vez que hablemos de él, de su familia, de su labor humanitaria, de sus ideas, etc. –, sino a compartir con el público mis vivencias con él durante décadas.
Conocí en persona a Wenceslao Mansogo Alo en el verano de 1983. Antes un compañero mío, conocido suyo, me había estado hablando de él, de su carácter afable, de su conocida fama de brillante estudiante que sobresalía por encima de los demás. Tan grande fue mi curiosidad, que decidí acompañarlo al aeropuerto de Malabo para ver llegar a Wenceslao, que venía a pasar sus primeras vacaciones a Guinea después de tres años en Francia. En un momento en que los guineanos venían de Europa vestidos con trajes y corbatas, Wenceslao se bajó del avión vestido con una camisa sencilla, pantalones deportivos y zapatillas y con una mochila colgada del hombro –en toda su vida, hasta sus últimos días, no se separó de su mochila–. Tras dar un abrazo a cada uno de nosotros, Wenceslao nos regaló una de aquellas sonrisas suyas que, de inmediato, te convertían en uno de los suyos.
Volví a verlo ocho años después en Madrid en el verano de 1991, el día de su boda con la que hoy deja como viuda, Marisol Ada Mba Mokuy. Me había invitado el hermano de Marisol, quien estaba en el Colegio Mayor Nuestra Señora de África conmigo y con otros estudiantes guineanos. La tercera vez lo vi cuando viajamos juntos de Bata a Malabo en diciembre de 1994: yo venía del I Congreso de CPDS y él se iba a Malabo a hacer algunas gestiones, pues no pudo participar en el congreso porque el evento tuvo lugar unas dos semanas después de su regreso al país. Desde entonces nos conocimos como compañeros de CPDS.
Wenceslao representó a CPDS en Francia desde la fundación del partido en 1990, habiéndose doctorado ya en Medicina y haciendo más especialidades dentro de su carrera. Como sabemos todos, empezó a ejercer como médico en Saint Etienne y tenía la oportunidad de quedarse cómodamente en Francia trabajando, ganando un buen sueldo, criando a sus hijos para para convertirlos en ciudadanos franceses, como lo hacen muchísimos de los africanos que tienen esa oportunidad en Europa.
Sin embargo, Wenceslao tenía otra visión, otros sentimientos, unas ideas para su país y, por eso, decidió regresar a Guinea en 1994. Quienes no le conocían creían que, como hacen otros muchos guineanos que vuelven al país con estudios y solo piensan en el dinero y no en arriesgarse por los demás, no iba a mantener su compromiso con CPDS y con la lucha por la libertad de su país que había llevado a cabo desde Francia. Pero Mansogo se involucró de lleno en las actividades del partido, al tiempo que ponía en marcha el gran proyecto profesional de su vida: la Clínica Espoir-Litoral, que fundó con la ayuda de amigos y compañeros franceses. Impartió clases en la Escuela de Enfermería de Bata y trabajó durante un año en el pabellón especial del hospital regional de Bata. Sin embargo, la intolerancia, la maldad y los complejos de inferioridad de los máximos responsables del ministerio de Sanidad de nuestro país, le impidieron seguir trabajando en la sanidad pública, como era su deseo. Tampoco le permitieron impartir clases en la Facultad de Medicina de la UNGE, pese a la falta de doctores que obligó a recurrir a profesores cubanos.
Volvamos a la clínica Espoir-Litoral. Empecé diciendo que era el gran proyecto profesional de su vida. Más que “su” proyecto, Espoir-Litoral era el proyecto ideado por el doctor Mansogo para los guineanos de todos los orígenes, religiones e ideologías políticas, donde se curaban incluso personalidades importantes del régimen y sus familiares. Un proyecto ideado para ayudar, y no para enriquecerse, porque el dinero y el lucro los había dejado en Francia. Espoir-Litoral era la esperanza de todos, como si fuera una ONG. Se me viene ahora a la cabeza una conversación privada mantenida por Wenceslao con un amigo suyo, y en la que le decía que no se había ido a Guinea para ganar dinero. “Viene una mujer embarazada a mi clínica para dar a luz, le das las atenciones necesarias, tiene al bebé y, cuando le presentas la factura, te responde que no tiene dinero. ¿Qué vas a hacer? ¿Meterla en la cárcel? No. Tiempo después, aquella misma mujer vuelve con un racimo de plátanos y una gallina para agradecerte lo que hiciste por ella. Este gesto, para mí, es más importante que el dinero, porque te queda la satisfacción de haber salvado una vida y obtenido el reconocimiento de la gente”. Espoir-Litoral era la clínica del pueblo y, particularmente, de CPDS: militantes y dirigentes del interior bajaban enfermos a Bata y entraban en la clínica sin llamar a la puerta, y eran atendidos, dejando facturas millonarias que a día de hoy no se han pagado. Otros ciudadanos fuera de CPDS hacían lo mismo, lo que le granjeó el reconocimiento y alta estima de parte de la gente de Bata y del interior.
Toda esta labor profesional y humanitaria levantó las iras del régimen, que no permite que nadie sobresalga en nada ni, mucho menos, progrese en su profesión si no pertenece al clan mafioso mal llamado “Partido Democrático de Guinea Ecuatorial”. Incluso los buenos profesionales que militan en dicho partido se dejan diluir como una gota de colonia en ese océano de mediocridad en el que todos prefieren morir en la irrelevancia profesional con tal de ganarse el pan a cualquier precio. Pero nuestro doctor era harina de otro costal y no se dejó amedrentar por nadie ni dejarse tentar por las promesas de cargos que recibió. Por eso mismo le acusaron falsamente de causar la muerte de una de sus pacientes. Se montó una parodia de juicio y se le condenó a tres años de cárcel. Gracias a las presiones internacionales por ese escándalo político, Wenceslao cumplió solamente cuatro meses de dicha condena. Quisieron acabar con su prestigio como el mejor ginecólogo de Guinea Ecuatorial y ofenderle como persona, pero no pudieron con él, porque ofende no quien quiere, sino quien puede.
Wenceslao Mansogo no era solo el mejor ginecólogo que tuvimos en el país, sino también un gran activista por los derechos humanos como parte de su intensa labor en CPDS. Mansogo registró los abusos cometidos por el régimen contra los derechos y libertades de las personas; hizo informes anuales sobre las violaciones de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial y, año tras año, las denunció ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Esta es también una de las razones por las que el régimen le represalió con la falsa acusación antes aludida.
Por este gran trabajo humanitario, Wenceslao Mansogo Alo, Doctor de Estado en Medicina, especializado en Ginecología, Obstetricia y Medicina de la Reproducción, fue premiado con la Medalla de Plata del Gran Premio de Francia, distinción concedida en 2020, pero que, por la situación de la pandemia del Covid-19, se le entregó en mayo de 2021.
Como militante y dirigente de CPDS, Wenceslao se integró en la Comisión Ejecutiva Nacional de nuestro partido tras el II Congreso, celebrado en Bata en 2001, como Secretario Ejecutivo encargado de los Derechos Humanos. En 2011 se hace cargo también de la Secretaría de Relaciones Internacionales, que ya venía compaginando con Derechos Humanos.
En el V Congreso de CPDS, celebrado en 2013, fui elegido Secretario General del partido, y Wenceslao, tercer Vicesecretario General de CPDS encargado Relaciones Internacionales y Derechos Humanos. Este hecho me permitió conocer mejor a Wenceslao, ya que supuso la oportunidad de trabajar juntos de forma estrecha, no solo en asuntos de política nacional, como fue el tema de la frustrada Mesa de Diálogo Nacional en 2014, sino también, y sobre todo, en las relaciones internacionales de CPDS.
Quizás los momentos de menos descanso en su vida profesional y política llegaron con la pandemia de la Covid-19 a principios de 2020. A pesar de que, una vez más, el régimen no quiso contar con sus conocimientos y experiencia para hacer frente a una emergencia sanitaria de la envergadura del coronavirus, el doctor Mansogo, gran conocedor de la situación de la sanidad en Guinea Ecuatorial, sin dejar de atender a sus pacientes en momentos tan complicados, se dedicó en cuerpo y alma a hacer informes, día y noche, sobre la evolución del coronavirus en Guinea Ecuatorial, publicando los datos sobre el número de casos positivos y fallecidos por dicha enfermedad, gracias a la información que ofrecía la oficina de la OMS en Guinea Ecuatorial, lo que motivó que el régimen expulsase del país a la representante de dicho organismo internacional. Todas las propuestas y recomendaciones que hizo CPDS al Gobierno para prevenir dicha enfermedad y tratar a los infectados, fueron obra de Wenceslao Mansogo Alo. Fue una aportación suya, un servicio más, al pueblo de Guinea Ecuatorial.
Quizás los momentos de mayor conocimiento mutuo y proximidad, entre los dos, se produjeran durante nuestros viajes internacionales. Viajamos juntos a Camerún y España –varias veces–, Suiza y Alemania –dos veces–, Ghana, Angola, Bélgica, Estados Unidos y Colombia; en noviembre de 2019, el último viaje juntos lo hicimos a Suecia. En el transcurso de una reunión de la Internacional Socialista (IS), celebrada en Ginebra en 2016, pregunté durante mi intervención por qué la IS se limitaba a hacer comunicados de condena a los dictadores sin hacer seguimiento de lo que les exigía, pese a que muchos partidos de esa organización gobernaban países tan importantes como Sudáfrica, Angola, Namibia, y los países nórdicos y latinoamericanos. Fue tanta la tensión, que tuve la tentación de abandonar la sesión. Pero Wenceslao, con su sonrisa seria y firme, me dijo: “siéntate, Andrés, a ver qué responden”.
Tras las maratonianas reuniones que manteníamos, regresábamos al hotel rendidos por el agotamiento, pero el incansable Wenceslao, antes de acostarse, aún encontraba fuerzas suficientes para elaborar un borrador de informe, y a las seis de la mañana ya tocaba mi puerta para trabajar antes de la sesión del día. No olvido sus notitas rápidas que me entregaba mientras mantenía alguna intervención improvisada, ni sus discursos redactados en un francés tan refinado como el suyo.
El día en que el doctor Mansogo viajaba a Francia, en octubre de 2020, su último viaje, comimos juntos en Malabo y hablamos mucho de la política guineana, de la incapacidad del régimen del PDGE de resolver los problemas de la gente y de la preocupante situación de crisis sanitaria, económica y social del país. Wenceslao me aseguró que volvería con fuerzas renovadas tras descansar unas semanas en Francia para continuar con la lucha. No pudo ser.
Durante su estancia en Saint Etienne antes del fatal desenlace, Wenceslao no dejó de trabajar por CPDS y por su país: casi todos los comunicados e informes hechos por el partido, contaron con las valiosas aportaciones del compañero, pese a su delicado estado de salud. En mayo de 2021, CPDS recibió una invitación para una reunión con senadores franceses en París. Llamé a Wenceslao y le pregunté si estaba en condiciones de viajar a la capital francesa para asistir a dicha reunión, y el incansable y comprometido militante de CPDS no dudó en hacer un viaje de cerca de mil kilómetros en tren de Saint Etienne a París y viceversa, para reunirse con los parlamentarios franceses el 3 de junio. El días 6, envió el correspondiente informe a la Comisión Ejecutiva Nacional del partido. Su última aportación a CPDS fue el 28 de diciembre de 2021; le mandé el borrador del mensaje de fin de año del Secretario General de CPDS, lo leyó y me respondió escuetamente: “A mí me parece correcto”.
Al hablar de la faceta de Wenceslao como político, debo referirme no solo a sus aportaciones a CPDS y a la defensa de los derechos humanos, sino también a otras contribuciones, menos conocidas pero igualmente importantes. Wenceslao Mansogo Alo fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Bata en 2004 y, como tal, presentó el proyecto de canalización de los ríos de la ciudad de Bata, proyecto que el Gobierno hizo suyo y trató de implementar en Bata, Malabo y Mongomo, con más éxito en esta última. Como responsable del área de los Derechos Humanos de CPDS, Mansogo elaboró el anteproyecto de Ley contra la Tortura en Guinea Ecuatorial. El diputado Plácido Micó lo presentó para su estudio y aprobación, pero la Mesa del Parlamento, en manos del PDGE, lo rechazó con el pretexto de que el Gobierno ya tenía en estudio un anteproyecto similar. En la legislatura siguiente, el Gobierno lo presentó y el Parlamento lo aprobó, prácticamente con el mismo texto que el anteproyecto elaborado por Mansogo y presentado por CPDS. Gracias a esa aportación, nuestro país cuenta hoy con una ley que penaliza la tortura, aunque, como todas, esta no esté siendo respetada. Mansogo formó parte de la delegación de CPDS que negoció con el Gobierno español, en 2009, la concesión de 400 becas para estudiantes universitarios guineanos en España, un programa que benefició a 180 estudiantes guineanos pero que se vio truncado por la crisis financiera iniciada en 2008.
Por estas y otras razones, no se puede desligar la figura de Wenceslao Mansogo de su partido, CPDS, porque hablar de CPDS es hablar de Wenceslao Mansogo, y hablar de Wenceslao Mansogo es hablar de CPDS.
Los que compartieron la infancia y el colegio con él, hablan de un muchacho inteligente, robusto, de buen humor y siempre dispuesto a enfrentarse a cualquier situación con tal de defender a sus amigos. Este Wenceslao adolescente es el mismo Mansogo que se nos ha ido a los 66 años de edad: altruista, de inteligencia aguda, valiente y comprometido defensor de la justicia, la igualdad y la libertad. Todo lo que decimos aquí y han dicho otros sobre Wenceslao, nos da fe de su espíritu patriótico. Es el patriotismo que le hizo dejar Francia para regresar a su país con el fin de trabajar por su pueblo, curar a los guineanos y luchar por la liberación de su país, trabajando día y noche sin pedir nada a cambio, mientras otros, que se llenan la boca con proclamas patrioteras, lo único que hacen es saquear el país, construirse mansiones y enriquecerse de forma obscena mientras el resto de la población pasa hambre, enfermedades y miseria.
Una de las lecciones que nos dio nuestro compañero es que se puede y se debe vivir en una dictadura manteniendo dignamente los principios y valores morales y éticos. Mansogo Alo, socialista y católico practicante, vivió como pensaba, siguiendo fielmente sus ideales. Tras su fallecimiento, sus compañeros de CPDS, familiares y amigos, imprimieron camisetas y pancartas que dicen que Wenceslao permanecerá eternamente en nuestra memoria. Es fácil decirlo. Han llovido mensajes de condolencias de todas partes: la Internacional Socialista, la Alianza Progresista del África Central, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), partidos amigos y personalidades del mundo de la política y la cultura… Todos han expresado su dolor por la muerte del doctor Wenceslao. Le hemos rendido homenaje en la sede de CPDS en Bata, imponiendo sobre su féretro la bandera de CPDS, para luego enterrarlo en su pueblo de Rio Muni, en Kogo, cantando todos el himno de la Internacional. ¿Y después, qué? Suele ocurrir que en cuatro, cinco o seis meses, dejemos de hablar de nuestro ser querido después de dejarnos, y hablemos de otras cosas y nos dediquemos a nuestro día a día. Cuentan que el emperador romano Tito, en un discurso ante el Senado, dijo aquella famosa frase de que “las palabras vuelan, mientras lo que se escribe permanece”.
Por eso, para evitar que nuestro llorado compañero caiga en el olvido, tenemos que hacer todo lo posible por mantener viva su memoria. Pido a mis compañeros de CPDS, a la familia del doctor Mansogo y a sus amigos y conocidos, que se recopile toda la información disponible sobre su vida, su persona y actividades, tanto políticas como profesionales, con el fin de escribir un libro sobre él para que las presentes y futuras generaciones lo conozcan y lo recuerden para siempre, porque su legado no es patrimonio únicamente de CPDS, sino de todo el país.
En medio de la consternación que supone la desaparición de nuestro compañero, decirle a Marisol Ada Mba Mokuy, su adorada esposa y destacada dirigente de CPDS, que no está sola y cuenta con el pleno apoyo de CPDS. Toda nuestra solidaridad y cariño a la familia del doctor, a sus hijos Esther, Mikael, Yann, Tania Marisol, Wally Wenceslao, Max Phillip y Reina Pilar, y a sus sobrinos. Siempre estaremos a su lado. CPDS, el partido al que su padre consagró su vida, no les olvidará nunca. Trabajemos todos para hacer más fuerte y más grande a este partido, honrando, de esta manera, la memoria de nuestro compañero.
A Wenceslao Mansogo, querido amigo, compañero y hermano, dondequiera que estés, quiero que sepas que nunca te olvidaremos, porque tu legado es tan grande y aleccionador, que acabará siendo eterno. Ha sido un regalo divino conocerte y trabajar contigo por una causa justa. Tu imborrable sonrisa seguirá apaciguando nuestros ánimos durante los acalorados debates en el seno de CPDS. Te has ido satisfecho de haber vivido según tus principios, y nos dejas con la alegría de saberte tan querido por tu familia, compañeros y habitantes de Bata que tributaron un caluroso recibimiento a tu féretro en la ciudad, con una kilométrica caravana de coches que te acompañó desde el aeropuerto hasta la clínica Espoir-Litoral, tu gran proyecto sanitario, y de aquí hasta Kogo, por los llantos de toda una ciudad que te acompañó hasta tu última morada… Todo esto dice mucho de la persona que fuiste en vida. Por eso estoy convencido de que tu honradez, altruismo, espíritu libre y talante justo, supondrán un bagaje suficiente como para que tú, católico practicante que fuiste, encuentres tu merecido lugar al lado del Dios en el que tanto creíste.
Descansa en paz.