
Foro sobre la soberanía digital a la medida de Malabo
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Del 15 al 17 de septiembre, Guinea Ecuatorial acogerá un foro internacional sobre ciberseguridad, inteligencia artificial y pagos digitales, con el atractivo titular de centrarse en “modelos no occidentales”. El evento, respaldado oficialmente por el dictador Teodoro Obiang, busca posicionar al país como un actor visible en la conversación tecnológica del llamado Sur Global.
Según la agenda difundida, el foro abordará temas como la protección de infraestructuras digitales, la gestión de datos, la inteligencia artificial y los sistemas de pago transfronterizo, todo bajo la premisa de construir “modelos propios” que no dependan de estándares occidentales. En teoría, se trata de impulsar la soberanía digital y financiera de las naciones en desarrollo.
En la práctica, la narrativa de “modelos alternativos” encaja perfectamente con los intereses de gobiernos que desean controlar el flujo de información dentro de sus fronteras y minimizar cualquier dependencia tecnológica que implique rendición de cuentas a instituciones extranjeras. En manos de regímenes autoritarios, esta bandera de la soberanía digital puede significar menos libertad en la red, mayor control estatal sobre el contenido y la infraestructura, y más opacidad en el manejo de datos.
No es casualidad que la cita tenga lugar en Malabo, donde el acceso a Internet es uno de los más caros y restringidos del continente, y donde la vigilancia digital y la censura en línea han sido documentadas por organizaciones de derechos humanos. Con esta base, hablar de “ciberseguridad” y “pagos digitales” sin una base de derechos digitales sólidos equivale a blindar la represión con tecnología de última generación.
El interés por modelos no occidentales de ciberseguridad se está extendiendo en África y Asia, en parte por el peso creciente de China y Rusia como proveedores de infraestructura tecnológica, formación y software de vigilancia. Estos países ofrecen paquetes “llave en mano” que incluyen desde sistemas de reconocimiento facial hasta plataformas de pago digital que evitan los circuitos financieros dominados por Occidente.
Para Guinea Ecuatorial, la celebración del foro no solo es una oportunidad de proyección internacional, sino también una demostración de que se alinea con una tendencia global: la construcción de un Internet fragmentado, donde cada gobierno diseña su propio ecosistema digital… y sus propias reglas de control.
Queda la pregunta clave: ¿estos “modelos no occidentales” servirán para proteger a los ciudadanos y sus datos, o para perfeccionar las herramientas de vigilancia y censura de quienes gobiernan? Donde la libertad de prensa y la transparencia brillan por su ausencia, la respuesta parece bastante clara.











