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Mientras el país se desmorona, Teodoro Obiang inspecciona una tribuna en Nván

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Según la propaganda oficial, el dictador se trasladó ayer miércoles al consejo de poblado de Nván para “supervisar” los trabajos de construcción de una tribuna. El gesto, presentado como un acto de cercanía y liderazgo, resulta grotesco en un país que se derrumba por falta de hospitales, escuelas dignas, agua potable y electricidad.

Una tribuna para un pueblo que no tiene ni carreteras transitables ni servicios básicos. Una tribuna en medio de la miseria. Ese es el retrato de la Guinea Ecuatorial que el régimen quiere exhibir, como si un puñado de ladrillos levantados para ceremonias fuese una respuesta a las verdaderas necesidades de la población.

Pero la visita tiene también otra lectura: más que comprobar ladrillos, Obiang habría querido enviar un mensaje a sus socios y seguidores, mostrando que sigue siendo “el presidente”, que todavía se le debe reverencia y que su autoridad permanece intacta. Nván fue, en ese sentido, el escenario escogido para un recordatorio simbólico de poder.

El contraste no puede ser más insultante: un país con recursos inmensos, hundido en la pobreza, donde el dictador se pasea orgulloso para inspeccionar tribunas, como si fueran símbolos de progreso. Y al final, esa es la metáfora más clara de su largo mandato: ya no inaugura hospitales ni escuelas, solo tribunas desde las que quiere recordarse a sí mismo que todavía manda.

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