Guinea Ecuatorial: la particular cruzada de un empresario sudafricano contra el clan Obiang

 

 

 

Tras permanecer casi 500 días en una prisión de Malabo, Daniel Janse van Rensburg ha demandado al Vicepresidente del país e hijo del Jefe de Estado, Teodorin Obiang.

En ocasiones, sus ojos azules se pierden en la penumbra. Daniel Janse van Rensburg titubea, intenta encontrar las palabras: «No puedo concentrarme, he intentado volver a trabajar pero me cuesta, tengo ataques de pánico…». El avispado hombre de negocios que era ya no existe. En 2013, el sudafricano dejó una parte de sí mismo en una asfixiante prisión de Guinea Ecuatorial. En sus pesadillas, recuerda el hambre, la sed, las mujeres violadas, el terror a no durar hasta el día después.

Su infierno tiene un nombre: Black Beach. Un agujero negro, caluroso y húmedo, diseñado para unos sesenta presos, donde casi 500 reclusos comparten dos retretes destartalados y un delgado chorro de agua. Después de las seis de la tarde, hombres, mujeres y niños son abandonados a su suerte hasta altas horas de la madrugada. Daniel Janse van Rensburg pasó 491 días entre 2013 y 2015 en esta prisión donde «sobrevivir una sola noche es un milagro». Todavía se pregunta cómo superó sin tratamiento un ataque agudo de malaria cerebral. «La mayoría de los detenidos nunca han sido juzgados. Si el gobierno tiene un problema con alguien, lo envía a Black Beach», sintetiza.

Teodoro Obiang Nguema Mbasogo lleva cuarenta y tres años al mando de Guinea Ecuatorial -el récord mundial para un jefe de Estado vivo- y ha hecho del pequeño Estado petrolero su reino personal, que dirige con mano de hierro. Daniel Janse van Rensburg lo sabe bien: trabajó durante mucho tiempo con un cuñado del presidente, Gabriel Mba Bela, apodado «Angabi». «No tenía nada que temer, formaba parte de la familia», pensó una vez mientras veía cómo el clan se embolsaba millones de petrodólares mientras la mayoría de los 1,6 millones de habitantes de Guinea Ecuatorial se hundían en la pobreza.

» Falsos motivos«
A finales de 2013, Daniel Janse van Rensburg viajó a la capital, Malabo, donde Angabi debía realizar un último pago para el lanzamiento de una nueva aerolínea llamada Coriscair. Pero jamás verá la luz. Acusan al sudafricano de malversación de fondos y le exigen que devuelva el dinero adelantado para poner en marcha el proyecto. Daniel Janse van Rensburg piensa al principio en un malentendido. En una comisaría destartalada, observa cómo Angabi le acusa de robo agitando «tres o cuatro teléfonos de última generación». Liberado por un juez que no le imputa cargos tras un insoportable periodo bajo custodia policial, piensa que se ha librado.

Pero justo cuando el empresario estaba a punto de embarcar hacia Sudáfrica, las fuerzas especiales lo detienen. Lo llevan a Black Beach, a tiro de piedra del palacio presidencial. Tres meses más tarde, es liberado de nuevo y devuelto a prisión tras varios intentos diplomáticos fallidos. «Daniel Janse van Rensburg fue encarcelado por orden verbal de Angabi, su socio comercial, a raíz de un supuesto incumplimiento de contrato», recuerda Juan Carlos Ondo Angue, ex presidente del Tribunal Supremo de Guinea Ecuatorial. «Aunque esta disputa comercial se hubiera probado, no habría constituido un delito penal. Por lo tanto, la decisión del juez de instrucción de poner al Sr. van Rensburg en prisión preventiva se basó en motivos falsos».

Esta vez permanecerá más de un año en un infierno que los reclusos apodan » Black Bitch». «Se trata de una prisión inaccesible para los defensores de los derechos humanos y cuya insalubridad ha sido objeto de varios informes del Consejo Superior del Poder Judicial, en vano», afirma Juan Carlos Ondo Angue. Daniel Janse van Rensburg fue finalmente puesto en libertad por decisión del Tribunal Supremo en agosto de 2015. «Ordené su puesta en libertad porque el poder judicial es responsable de proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos», explica Juan Carlos Ondo Angue. «El Tribunal Supremo tiene el deber de revocar las decisiones adoptadas por los poderes públicos con infracción de la ley y, a fortiori, cuando emanan de la autoridad judicial.»

Pero a Juan Carlos Ondo Angue le va a salir cara su recurrente oposición al sistema de Obiang. En agosto de 2018, fue destituido sin motivo oficial mediante un decreto presidencial leído en la televisión estatal. Dieciocho meses después, su casa fue rodeada por soldados que acudieron a detenerlo. Fue necesaria la intervención de varios embajadores occidentales (Estados Unidos, Francia, España, Alemania) para exfiltrarle y permitirle llegar a Francia, desde donde continúa su lucha contra el clan Obiang.

Un yate y motos acuáticas
A su regreso a Sudáfrica, lastrado por un fuerte trastorno de estrés postraumático, Daniel Janse van Rensburg tiene hambre de justicia. Su arma: los tribunales sudafricanos. Su objetivo: Teodoro Nguema Obiang, conocido como «Teodorín», hijo del Jefe del Estado y Vicepresidente de Guinea Ecuatorial. Convertido en el emblema de un poder corrupto, Teodorín se perfila como el favorito para suceder a su padre. Conocido por sus excesos, de los que hace gala en las redes sociales, este playboy sulfuroso fue condenado a tres años de cárcel y multado con 30 millones de euros en el caso de las «ganancias mal habidas» en Francia. También se le ha prohibido la entrada en el Reino Unido desde 2021 y ha tenido que vender más de 26 millones de euros en activos en Estados Unidos para frenar las acusaciones de corrupción.

El 3 de febrero, Daniel Janse van Rensburg añadió una sentencia sudafricana a esta lista. Tras años de batallas judiciales, consiguió que se confirmara la condena de Teodorin a pagar casi 2 millones de euros en concepto de daños y perjuicios por tortura y detención ilegal. «Angabi no tenía poder para enviarme a Black Beach», afirma Daniel Janse van Rensburg. Si lo consiguió, explica, fue porque este antiguo alcalde de Malabo, que murió de una enfermedad un mes después de la sentencia, era cercano a su sobrino Teodorin, encargado de la defensa y la seguridad del país desde 2012.

La justicia sudafricana coincide con él. En particular, está convencida de que la movilización de la Brigada de Intervención Rápida, considerada por Teodorín como su «seguridad personal», según un juez del Tribunal Supremo del Cabo Occidental, se desplegó para detener a Daniel Janse van Rensburg. Desde 2017, el sudafricano también ha conseguido el embargo de dos de las lujosas propiedades sudafricanas del vicepresidente, valoradas cada una en más de 2 millones de euros. Pero la multiplicación de procedimientos ha prohibido hasta ahora la venta de las propiedades. «Todavía no he recibido ni un céntimo», lamenta.

En su pueblo de Hoekwil, un paraje verde a medio camino entre Ciudad del Cabo y Port Elizabeth, el empresario se muestra paciente: «Llevamos siete años luchando con este caso», se queja con hartazgo. La única razón por la que el caso sigue adelante es el dinero que Teodorin tiene para pagar cada vez más tasas judiciales y procedimientos de apelación.

A principios de febrero, surgió una solución al enterarse de que un yate propiedad de Teodorin estaba amarrado en el puerto de Ciudad del Cabo. Se trata de un «bien mueble», es decir, que puede desplazarse. Al abogado le interesa porque podría subastarse rápidamente. El barco, de 67 metros de eslora, fue incautado. A bordo, las autoridades sudafricanas descubrieron dieciséis motos acuáticas, una lujosa Riva (embarcación de prestigio), así como una lancha rápida… Obiang dispone de tres yates, éste es un poco como el barco nodriza donde guarda todos sus juguetes», explica Errol Elsdon, abogado de Daniel Janse van Rensburg.

En su palacio de Malabo, el vicepresidente está que trina. Exige la liberación del yate, diciendo que pertenece a la marina de Guinea Ecuatorial. «Nunca he visto un barco militar con jacuzzi, sauna, bar y motos acuáticas», comenta jocoso el abogado.

Tensiones diplomáticas
Cuarenta y ocho horas después del apresamiento del barco, dos sudafricanos que trabajaban en plataformas petrolíferas frente a las costas de Guinea Ecuatorial fueron detenidos cuando se disponían a regresar a su país. Acusados de haber «fumado cocaína», según la prensa ecuatoguineana, afirman ser inocentes. Oficialmente, los dos casos no están relacionados. Sus familias se niegan a pronunciarse por el momento, prefiriendo evitar mezclar su destino con el de una saga que se parece cada vez más a una venganza en un contexto de tensiones diplomáticas.

Desde el 9 de febrero, Frederic Potgieter, de 53 años, y Peter Huxham, de 55, están detenidos en circunstancias similares a las de Daniel Janse van Rensburg. Han desaparecido en un agujero negro», afirma. No hay comunicación, las familias no saben si están vivos o muertos. ¿Es la detención de los dos hombres una forma de represalia por la incautación del yate de Teodorin? ¿Una moneda de cambio? La oficina de prensa e información de Guinea Ecuatorial no respondió a las diversas peticiones de Le Monde.

«Tras la comparecencia de los sudafricanos ante el juez de instrucción, no se presentó ninguna prueba que apoyara los hechos denunciados y justificara la decisión precipitada de su detención. La simultaneidad entre su detención y la incautación de un yate propiedad del Estado puede justificar las sospechas de venganza».

Mientras Teodorin amenazaba con cerrar el espacio aéreo y marítimo de Guinea Ecuatorial a cualquier avión o buque comercial sudafricano, Daniel Janse van Rensburg y su abogado consiguieron finalmente que se levantara el embargo del barco: «Todo el mundo sabe que el yate pertenece a Teodorin, pero no pudimos demostrarlo al cien por cien al instante.Habríamos tenido que quedarnos con el barco y pagar los costes que ello conllevaba. Si hubiéramos ganado, lo habríamos recuperado, pero si no, lo habríamos perdido todo», resumió el empresario. El 20 de febrero, el vicepresidente de Guinea Ecuatorial exultó en Twitter: «Veinticuatro horas después del anuncio de nuestro poderoso paquete contra Sudáfrica, el barco del Ministerio de Defensa que los racistas de Ciudad del Cabo retenían para estafarme 2 millones de dólares ya ha sido liberado».

El vicepresidente guineoecuatoriano intenta ahora llevar el caso ante el Tribunal Supremo de Apelación sudafricano. El abogado de Daniel Janse van Rensburg dice tener esperanzas de que su recurso sea rechazado. Mientras tanto, este sudafricano de 56 años quiere seguir denunciando los abusos del régimen de Guinea Ecuatorial, como hizo en su libro Black Beach, 491 Days in One of Africa’s Most Brutal Prisons. «Mucha gente no sabe que Guinea Ecuatorial existe», afirma. «Lo que ocurrió conmigo no pertenece al pasado. Ahora mismo hay gente que está siendo torturada en Black Beach. Yo puedo contar mi historia, otros no tuvieron tanta suerte».

Mathilde Boussion (Johannesburgo, corresponsal) y Pierre Lepidi

https://www.lemonde.fr/afrique/article/2023/05/15/guinee-equatoriale-la-croisade-d-un-homme-d-affaires-sud-africain-contre-le-clan-du-president-obiang_6173479_3212.html

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