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La realidad de la relación bilateral con los Estados Unidos de América



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Según publica el portal portugués E-Global, el Banco Africano de Desarrollo (BAD) ha firmado con el Gobierno de Guinea Ecuatorial un acuerdo de 58,6 millones de euros para el proyecto Reforço do Capital Humano em Apoio à Inclusão Económica e Social (PARCH 1), con el supuesto objetivo de impulsar el empleo juvenil y la creación de pequeñas empresas.
El programa, presentado como una oportunidad para la juventud guineoecuatoriana, prevé la creación de 4.500 puestos de trabajo y 500 empresas dirigidas por jóvenes y mujeres, además de la construcción de dos institutos politécnicos en Mongomo y Luba. El Gobierno aportará 14,6 millones adicionales, elevando el coste total a 73,27 millones de euros.
Pero detrás de esta cifra triunfalista se esconde el mismo patrón de siempre: los fondos internacionales acaban bajo control del vicepresidente de su padre, sancionado por corrupción y acusado de desviar recursos públicos para su beneficio personal. En un país donde la transparencia no existe y los empresarios independientes son perseguidos, hablar de “emprendimiento juvenil” es una burla.
El ejemplo más revelador es el del empresario Gregorio Mesian Ada (Goyo), detenido desde hace más de cinco meses pese a que los informes judiciales no hallaron indicios de delito. Según documentos revelados por Radio Macuto, el propio presidente Obiang firmó una orden escrita para su liberación y la restitución de los fondos incautados, pero Teodorín bloqueó la medida y ordenó su re-encarcelamiento.
El dinero que figura como “objeto del delito” nunca reapareció. Fuentes próximas al caso aseguran que fue retenido por el círculo del vicepresidente, el mismo que hoy administrará los millones del BAD. La secuencia es clara: se persigue al empresario inocente mientras los verdaderos responsables del desfalco siguen en libertad y reparten contratos a discreción.
El guion no es nuevo. Ya ocurrió con los créditos impulsados por la Primera en Todo, que se presentaron como programas de ayuda a las mujeres emprendedoras. Aquel fondo terminó beneficiando únicamente a las allegadas al poder, muchas de las cuales se convirtieron en financiadoras involuntarias de los lujos de la Excelentísima, incluyendo el fastuoso cumpleaños en el que solo ella sopló las velas, símbolo de un país donde la abundancia es privada y la miseria, colectiva.
El BAD, que llevaba una década sin financiar programas de desarrollo humano en Guinea Ecuatorial, vuelve así al país sin exigir garantías de transparencia ni mecanismos de supervisión independientes. Con su firma, legitima un sistema donde la ley se dobla al capricho de una familia y donde los jóvenes emprendedores son reemplazados por una oligarquía que confunde el tesoro público con su caja personal.
Resulta ofensivo hablar de “futuro y empleo juvenil” en un país donde se encarcela a los que trabajan honestamente y se premia a quienes dilapidan la riqueza nacional. A la vez que el BAD posa para la foto, la juventud guineoecuatoriana sigue sin oportunidades, sin libertad y sin justicia.