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La realidad de la relación bilateral con los Estados Unidos de América



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La empresa italiana Condotte 1880, una de las históricas constructoras europeas resucitadas tras su quiebra, acaba de instalarse oficialmente en Malabo. Su filial, Condotte 1880 Guinea S.L., se presenta como un nuevo actor en el sector de la construcción y la energía, pero en realidad llega apadrinada por el vicepresidente de su padre, Teddy, heredero designado de la tiranía de Guinea Ecuatorial.
El anuncio, difundido por el portal económico italiano Africa e Affari, revela que Condotte 1880 fue “acreditada ante la Presidencia de la República” y que el propio Teodorín expresó su “total confianza” en la empresa. La firma italiana se asocia con GE Proyectos, el ente público controlado por el clan presidencial, encargado de canalizar las adjudicaciones más lucrativas del Estado.
Según la compañía, su llegada a Guinea Ecuatorial marca una “nueva etapa de expansión africana” y promete obras “de alto impacto”, como un parque fotovoltaico en el aeropuerto de Malabo, torres residenciales de lujo y proyectos de infraestructura urbana. Detrás de ese lenguaje empresarial, sin embargo, se esconde lo de siempre: contratos amañados, opacidad institucional y complicidad internacional con la cleptocracia familiar.
Condotte 1880, fundada en el siglo XIX, fue durante décadas uno de los gigantes de la ingeniería italiana. Tras su colapso financiero y judicial, busca ahora reconstruir su reputación expandiéndose en países con escasa fiscalización. Guinea Ecuatorial, con su nepotismo endémico, ausencia de prensa libre y control absoluto del poder por parte de los Obiang, ofrece el terreno perfecto para esa reinvención.
El régimen presenta este desembarco como una muestra de “confianza internacional”, pero la realidad es otra. En un país donde más del 70 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza, se anuncian proyectos de lujo mientras barrios enteros de Malabo y Bata siguen sin electricidad ni agua potable. El contraste entre los contratos millonarios y las necesidades básicas resume a la perfección la lógica del poder: modernidad de escaparate, miseria de fondo.
Guinea Ecuatorial ocupa el puesto 133 de 193 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. No obstante, las empresas extranjeras continúan entrando por la puerta grande, atraídas por contratos fáciles y por un sistema donde los derechos humanos pesan menos que una comisión.
Nada es casual: Condotte 1880 aterriza en Malabo justo cuando Nguema Obiang intenta reblanquear su imagen internacional, golpeada por escándalos judiciales en Francia, Estados Unidos, Sudáfrica y Suiza. Lo que se vende como “cooperación” es, en realidad, otra operación de lavado de dinero y reputación, ejecutada con precisión romana y silencio africano.
En un país donde el pueblo no tiene luz ni agua, pero sobran edificios vacíos y proyectos fantasmas, los cómplices del saqueo siguen llegando.