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La realidad de la relación bilateral con los Estados Unidos de América



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Según publica el diario El País, el régimen de Teodoro Obiang permitió esta semana una visita de familiares y diplomáticos españoles a los dos ciudadanos andaluces detenidos en Guinea Ecuatorial. La visita, cuidadosamente autorizada y vigilada, es presentada por la dictadura como un gesto de “cooperación y transparencia”. Sin embargo, poco después de ese acto de aparente buena voluntad, volvieron a cortar toda comunicación con los presos, devolviéndolos al silencio y al aislamiento que caracteriza las detenciones arbitrarias en el país.
El País evita precisar la fecha exacta del encuentro, un reflejo de la prudencia con la que incluso la prensa internacional debe moverse cuando informa sobre el régimen de Teodoro Obiang.
Fuentes diplomáticas confirmaron que los familiares pudieron ver a los detenidos en presencia de funcionarios locales, sin posibilidad de hablar libremente ni de conocer su verdadero estado de salud. El régimen, fiel a su estilo, controló cada movimiento, cada palabra y cada fotografía. El permiso no obedece a un cambio de actitud, sino a la creciente presión internacional y mediática que ha puesto el foco sobre un caso que compromete directamente la imagen exterior de Malabo.
La maniobra es bien sabida: permitir una visita para ganar tiempo y aparentar humanidad, justo antes de cerrar nuevamente las puertas del hermetismo. En Guinea Ecuatorial, la transparencia es una puesta en escena, no una política de Estado. Los presos siguen incomunicados, sin acceso libre a abogados independientes ni a organismos internacionales, mientras las autoridades venden la falsa imagen de un sistema que respeta los derechos fundamentales.
Organizaciones de derechos humanos y medios independientes han denunciado en reiteradas ocasiones las condiciones de detención en el país, donde la incomunicación, la tortura y la falta de procesos judiciales justos son prácticas normalizadas. Ante esta situación, una visita controlada no cambia nada, ni las cárceles dejan de ser centros de sufrimiento ni el poder judicial recupera su independencia. Es un gesto nulo, calculado para reducir la presión diplomática, no para mejorar la situación de los detenidos.
Los diplomáticos españoles que participaron en la visita no han hecho declaraciones públicas sobre el estado físico y psicológico de los detenidos, y Malabo tampoco ha ofrecido información oficial sobre los cargos que pesan contra ellos. Tampoco se ha confirmado si los presos recibirán nuevas visitas o si volverán a ser trasladados a otros centros, como es recurrente en los casos que el régimen considera “sensibles”.
Las preguntas obligatorias que planteamos vienen a ser : ¿De qué se acusa realmente a estos dos andaluces? ¿Por qué se les mantiene incomunicados? ¿Dónde están los informes médicos que certifiquen su estado de salud? ¿Y cuántos guineoecuatorianos permanecen en las mismas condiciones, pero sin embajada que interceda por ellos?
Las celdas siguen cerradas, los teléfonos mudos y la verdad en cuarentena. En Guinea Ecuatorial, hasta la compasión se programa desde un despacho.
Mientras los presos sigan aislados y la verdad secuestrada, toda visita será solo otra escena del teatro de la impunidad.