
Caso Baltasar: ¿el régimen de Malabo sacrifica a uno de los suyos para calmar la calle?
Share your love
En una sociedad donde la justicia suele percibirse como un instrumento al servicio del poder, la condena del exdirector de la ANIF, Baltasar Ebang Engonga, a ocho años de prisión firme podría parecer un paso adelante. La justicia de Malabo ha dictado sentencia, el culpable ha sido señalado y el régimen se envuelve en el discurso de la lucha contra la corrupción. Pero no nos engañemos: tras la fachada, las preguntas siguen abiertas y, una vez más, el pueblo queda relegado a la sombra.
Por OLBIF
El veredicto, por severo que parezca, no responde a la cuestión de fondo: la voluntad real de Malabo de sanear sus instituciones. La condena de Engonga se produce a raíz de un escándalo sexual mayúsculo, en el que vídeos íntimos de personalidades próximas al poder dejaron al descubierto un estilo de vida obsceno, sostenido a todas luces con dinero público. ¿Se trata de un gesto de moralidad o de supervivencia política? Todo apunta a que la sentencia no es más que un cortafuegos.
La cuestión central sigue intacta: ¿hasta dónde está dispuesta a llegar la justicia? La pena contra Engonga y sus cinco coacusados disimula mal el silencio sobre los verdaderos responsables. La condena de un chivo expiatorio, por alto que fuese su cargo, no basta para convencer al pueblo del compromiso del régimen en la lucha contra la corrupción. Es un simple maquillaje, una escenificación para aparentar que se hace justicia, mientras las raíces del problema permanecen intocadas.
No es extraño que un régimen corrupto sacrifique a algunos de sus miembros para calmar a la calle o contentar a la opinión internacional. Pero la justicia verdadera no puede reducirse a este teatro. Mientras no se esclarezca quiénes fueron los beneficiarios finales de los desvíos y estos no rindan cuentas, la lucha contra la corrupción seguirá siendo una farsa. El pueblo, que sobrevive a la miseria cada día, merece más que una justicia a dos velocidades, donde solo unos pocos pagan mientras los auténticos culpables continúan impunes y en la abundancia.











