
La condena a Ruslán revela la farsa judicial del régimen de Malabo
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El circo ha llegado a su fin dictando sentencia contra Ruslán Obiang Nsue, exdirector general adjunto de Ceiba Intercontinental, imponiéndole seis años y un día de prisión y diversas sanciones: el reembolso de 144,2 millones de francos CFA a la aerolínea, una indemnización de 14,4 millones XAF, una multa de 5 millones a la Tesorería del Estado y el pago de costas procesales. Aun así, fue absuelto de malversación de caudales públicos y abuso de funciones. Además, el cumplimiento de la pena de prisión queda suspendido, siempre que se cumplan las responsabilidades civiles impuestas.
¿Lo de suspendido os suena con el caso de los Bienes Mal Adquiridos en Francia?
Desde el inicio del escándalo de la llamada “chatarra de CEIBA”, esta página ha señalado que este proceso judicial no era más que un escenario cuidadosamente montado por el régimen para eludir una rendición de cuentas auténtica. La Fiscalía llegó a pedir hasta 18 años de cárcel, pero todo terminó en una condena simbólica, calculada para aparentar firmeza sin tocar la verdadera raíz de la corrupción.
Lo que el juicio revela es aún más grave: Tito Garriga, el verdadero cáncer de CEIBA, jamás fue llamado a declarar; su hija, citada, ni se presentó; Marcelino Owono Edu, otro de los grandes responsables de la ruina de la compañía, ni siquiera fue mencionado; y el contable Ateba, lejos de rendir cuentas, fue recompensado con un cargo en la flota presidencial.
En medio de esta trama, la víctima, aunque resulte paradójico, ha sido el propio Ruslán Obiang. Pese a ser hijo del dictador, fue el único señalado, el único castigado, y el único que ha pasado más de dos años en arresto domiciliario. Todo ello porque Teodorín quiso demostrar quién tiene realmente el mango de la sartén en la dictadura, sacrificando a su hermano para reforzar su propio poder.
Lejos de ser un ejemplo de justicia, este proceso desnuda la impunidad de quienes verdaderamente hundieron a CEIBA y confirma que, en Guinea Ecuatorial, los tribunales no castigan a los culpables, sino a quienes conviene sacrificar en el teatro del poder.











