
Donato Ndongo confiesa su relación con la poesía en una reflexión marcada por la honestidad literaria
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Según se ha podido leer en una nota publicada en el blog Asolapo Argentina, el escritor, periodista e historiador guineoecuatoriano Donato Ndongo-Bidyogo ha compartido una reflexión íntima sobre su relación con la poesía, marcada por la sinceridad y el reconocimiento de sus propios límites.
Ndongo recuerda que, en su juventud, los poemarios siempre iban acompañados de un prólogo. Y si le hubiera correspondido escribir el suyo, comenzaría así: “Aquí va el mío: para decir que no soy poeta.” Una confesión que no obedece a la modestia, sino a la honestidad: admite que carece del oficio y la dedicación que exige la poesía, pese a haber publicado algunos versos en su conocida Antología de la literatura guineana. “Dos poemas de juventud y dos poemas rabiosos” son, según él mismo, todo su legado en este género, insuficiente para sentirse digno de figurar entre los poetas.
Ndongo sostiene, sin embargo, que todo escritor lleva dentro un poeta, porque escribir es en esencia un ejercicio de sensibilidad frente a la vida. Reconoce así que su prosa y su ensayo han estado siempre atravesados por esa mirada poética, por la necesidad de nombrar y transmitir lo vivido, aunque nunca se sintiera llamado a consagrarse a la lírica. En sus palabras se refleja, en realidad, la coherencia de toda su trayectoria: la de un hombre que ha hecho de la palabra un instrumento de memoria y resistencia.
La confesión se produce en un contexto de mayor alcance. Ndongo, que a lo largo de su vida ha publicado obras fundamentales como Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial (1977) o la Antología de la literatura guineana (1984), atraviesa a sus 75 años una situación personal dramática: la amenaza de ser desahuciado de la vivienda en Murcia donde reside desde hace más de veinte años. La paradoja es evidente: el máximo referente de la literatura guineoecuatoriana en lengua española, figura imprescindible de la memoria cultural hispanoafricana, se enfrenta a la precariedad y al abandono institucional.
Su caso ha despertado una ola de solidaridad, pero Ndongo ha sido claro: no pide limosnas, exige justicia. Sus años de trabajo en Guinea no fueron reconocidos por la Seguridad Social española y hoy, con una pensión insuficiente, corre el riesgo de perder el techo que ha sido su refugio durante dos décadas. Esta realidad, unida a su confesión sobre la poesía, pone de relieve una misma actitud: la honestidad de un hombre que nunca ha maquillado la verdad, ni en su obra ni en su vida.
Ndongo insiste en que la poesía requiere una dedicación que él no pudo darle, pero sus palabras, cargadas de lucidez, lo desmienten en cierto modo. Porque hay poesía en la manera en que denuncia, en su mirada crítica frente al poder y en la sensibilidad con la que se acerca a la historia y al sufrimiento de su pueblo. Esa sensibilidad lo ha convertido en una de las voces más respetadas de la literatura africana en español, un referente que no necesita colgarse el título de poeta para dejar una huella imborrable.
La reflexión publicada en el blog Asolapo Argentina vuelve a situar a Donato Ndongo en el centro del debate cultural. Y lo hace con la misma paradoja que atraviesa su vida: un autor que se confiesa incapaz de ser poeta, pero cuya palabra es profundamente poética; un intelectual que ha dado prestigio a la literatura de Guinea Ecuatorial, pero que hoy sufre la indiferencia de las instituciones; un hombre que ha entregado su vida a la cultura, pero que se ve obligado a luchar para no ser desalojado de su propio hogar.
En un país justo, Ndongo estaría recibiendo homenajes y reconocimientos. En cambio, a sus 75 años, tiene que justificar su derecho a seguir viviendo en la casa que compró con esfuerzo. Esa es la verdadera tragedia: que mientras su nombre se estudia en universidades y se cita como referente, él sigue viviendo en carne propia la precariedad y el desamparo que tantas veces denunció en sus escritos.











